17 ene 2013

El alquimista (P. Coelho)




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El alquimista (O Alquimista, 1988) es un libro escrito por el escritor brasileño Paulo Coelho que ha sido traducido a más de 63 lenguas y publicado en 150 países, y que ha vendido un total de 65 millones de copias en todo el mundo. El libro trata sobre los sueños y los medios que utilizamos para alcanzarlos, sobre el azar en nuestra vida y las señales que se presentan a lo largo de esta.

Está considerado cómo una paráfrasis del cuento Las mil y una noches: en definitiva, las aventuras de un héroe que busca su tesoro, lejos de su hogar, para regresar a él y hallarlo, sufriendo durante todo el viaje una transformación en lo que a su visión del mundo y la realidad se refiere.
Con motivo del vigésimo aniversario de la publicación de la novela, se celebró un homenaje en el Teatro Palacio Valdés de Avilés, organizado por el Centro Cultural Internacional Oscar Niemeyer, con la presencia de Paulo Coelho.
"Cuando quieres algo, todo el universo conspira para que realices tu deseo. Basta con aprender a escuchar los dictados del corazón y a descifrar el lenguaje que está más allá de las palabras"
Sinopsis
En Andalucía, un joven pastor pasea por las llanuras contemplando la naturaleza. El joven pastor Santiago tiene un sueño repetido mientras descansa con sus ovejas en un pasto andaluz, por lo que decide acudir a una gitana para que le interprete el sueño. Después de quedar descontento con la respuesta que recibe, se sienta en un banco de la plaza a leer un libro y conoce a un anciano que dice ser el rey de Salem. Tras tener una conversación con él, en la que le deja claro que es alguien muy especial, Santiago decide emprender un viaje por el norte de África en busca de un tesoro. En su camino conocerá a un sinfín de personas que, cómo él, buscan su propia Leyenda Personal.
Cuando llega a una ciudad del norte de África, decide buscar a alguien que lo llevase a las pirámides. En un bar conoce a un hombre al que confía su dinero y lo pierde todo, porque resulta ser un ladrón. El muchacho, desolado y completamente indignado, decide buscar dinero para regresar a España con sus ovejas. Así es que se encuentra un vendedor de vidrios para el que trabaja, hace que mejore su negocio y consigue el dinero para regresar a España y comprar ovejas, pero lo que quiere es ver realizada su Leyenda Personal, razón por la cual se embarca en una caravana que lo llevaría hasta Egipto, exactamente a un oasis. Durante su viaje conoce a un estudiante de alquimia inglés cuyo sueño es el de transformar metal en oro; con él, aprende el lenguaje del desierto, es decir el lenguaje del mundo, el cual se compone de señales.
En el trayecto a Egipto se desata una guerra de clanes en el desierto, por lo que la caravana viaja con miedo. Cuando llega al oasis ve que es un sitio maravilloso, y allí conoce a una chica llamada Fátima, de quien se enamora perdidamente. Un día decide dar una vuelta por el desierto y pasear por los alrededores del oasis. De repente, cuando decide descansar, recibe una señal en la forma del lenguaje del mundo: ve dos gavilanes enfrentándose y ve, como un espejismo, un ejército. Esto se lo comunica al jefe del oasis. Seguidamente el jefe del oasis se prepara y el ejército efectivamente asalta el oasis, para victoria de los locales, que ya estaban advertidos. El jefe del oasis premia al muchacho por su hazaña y le da 50 monedas de oro.
Un día, paseando por el oasis, conoce a un alquimista, quien lo prueba para saber si en realidad conoce el lenguaje del mundo, y después de comprobarlo le cuenta que le ayudará a realizar su Leyenda Personal. El muchacho ya había conocido el amor por Fátima y no quería dejarla; al principio dice que no podría continuar buscando su tesoro debido a su amor, pero recuerda que ella le había dicho que toda mujer del desierto debe esperar a su hombre hasta que vuelva. Santiago parte hacia el desierto con el alquimista.
Viajan por el desierto durante semanas, pensando en un posible asalto de los miembros de la guerras de clanes. Cuando pasan por un campamento, unos hombres los detienen y los acusan de ser espías. El alquimista les explica que solamente están viajando para encontrar la Piedra Filosofal, y que el muchacho es un alquimista que puede transformarse en viento. Después de entregar su oro el general del campamento accede a dejarle tres días para que se transforme en viento. Al tercer día el general y sus hombres se acercan al muchacho, que se encontraba en una montaña. Éste les explica que tardara un poco en transformarse en viento y el general accede. Ahora el muchacho comienza a hablar con el desierto mediante el lenguaje del mundo; este le explica que no tiene poder suficiente para transformarlo en viento y que tiene que hablar con él. Éste también le explica lo mismo y le indica que debe hablar con el sol. El sol, avergonzado de no poder transformarlo, le dice que hable con la Mano que lo escribió todo, y el muchacho, reflexionando, llega a la conclusión de que ni el desierto, ni el viento, ni el sol sabían lo que era el amor, porque el amor no es estar parado como el desierto, ni recorrer el mundo como el viento, ni verlo todo desde lejos, como el sol. El amor es la fuerza que transforma y mejora el Alma del Mundo. Después de esto el muchacho comprende todo, se sumerge en el Alma del Mundo y ve que es parte del Alma de Dios, y esta última es su propia alma. Y que puede, por lo tanto, realizar milagros. Por eso se convierte en viento y el general lo deja marchar junto a su maestro.
Pronto llegan a un monasterio, lugar donde el alquimista le enseña como se transforma el metal en oro, después de entregarle una barra al monje, otra a Santiago, y para él, y la última barra se la vuelve a dar al monje en caso de que Santiago volviera a perder su dinero. Seguidamente el alquimista le dijo al muchacho que de ahí en adelante debía seguir él solo y que solo le faltaban tres horas. El muchacho camina tres horas por el desierto hasta que finalmente llegó a las pirámides de Egipto, su sueño. Una vez allí empieza a cavar en busca de su tesoro. De repente, se acercan a él unos asaltantes y le dan una paliza. El muchacho, tendido en el suelo, les cuenta su sueño y todo lo que había pasado. Uno de los asaltantes, antes de irse, le cuenta que él también había tenido un sueño repetido, en el que se encontraba en una iglesia abandonada de España y encontraba un tesoro, pero que él no era lo suficientemente tonto como para cruzar el desierto por un sueño repetido. Ahora el muchacho había encontrado su tesoro.
Con el último pedazo de oro que el alquimista le había dejado, vuelve a España, al lugar donde una vez había tenido ese sueño, comienza a cavar y encuentra el tesoro. Seguidamente piensa que debía darle una décima parte a la gitana como lo había prometido y después podría volver con su amada, Fátima.



PRÓLOGO 
El Alquimista cogió un libro que alguien de la caravana había traído. El volumen no tenía tapas, pero consiguió identificar a su autor: Oscar Wilde. Mientras hojeaba sus páginas encontró una historia sobre Narciso. El Alquimista conocía la leyenda de Narciso, un hermoso joven que todos los días iba a contemplar su propia belleza en un lago. Estaba tan fascinado consigo mismo que un día se cayó dentro del lagoy se murió ahogado. En el lugar donde cayó nació una flor, a la que llamaron narciso. 
Pero no era así como Oscar Wilde acababa la historia. Él decía que, cuando Narciso murió, llegaron las Oréades -diosas del bosque- y vieron el lago transformado, de un lago de agua dulce que era, en un cántaro de lágrimas saladas. 
-¿Por qué lloras? -le preguntaron las Oréades. 
-Lloro por Narciso -repuso el lago. 
-¡Ah, no nos asombra que llores por Narciso! -prosiguieron ellas-. Al fin y al cabo, a pesar de que nosotras siempre corríamos tras él por el bosque, tú eras el único que tenía la oportunidad de contemplar de cerca su belleza. 
-¿Pero Narciso era bello? -preguntó el lago. 
-¿Quién si no tú podría saberlo? -respondieron, sorprendidas, las Oréades-. En definitiva, era en tus márgenes donde él se inclinaba para contemplarse todos los días. 
El lago permaneció en silencio unos instantes. Finalmente dijo: 
-Yo lloro por Narciso, pero nunca me di cuenta de que Narciso fuera bello. Lloro por Narciso porque cada vez que él se inclinaba sobre mi orilla yo podía ver, en el fondo de sus ojos, reflejada mi propia belleza. 
-¡Qué bella historia! -dijo el Alquimista.