26 nov 2010

Apocalypse now


El capitán Willard (Martin Sheen) es enviado a Vietnam a un lugar de la jungla donde deberá localizar y matar al Coronel Kurtz (Marlon Brando), un ex boina verde que ha organizado su propio ejército y se deja adorar por los nativos. A medida que se adentra en la jungla en su viaje por el río, Willard se ve afectado fuertemente por los poderes de la naturaleza, por diversos conflictos bélicos, y por las infecciones y enfermedades. Sus compañeros se encuentran bajo el efecto de las drogas o sus propios miedos. Poco a poco Willard se convierte en un hombre similar a aquel que tiene que matar.

A lo largo de la historia tanto los escenarios como la acción se van volviendo cada vez menos realistas, y adquieren una complicada simbología con referencias a la obra de T. S. Eliot y a mitos referidos en La rama dorada, de James George Frazer. Tiene momentos memorables dentro de la historia del cine, como el inicio, en el que la imagen del capitán Willard, tendido sobre la cama y mirando el ventilador de techo, se une a la de los helicópteros sobrevolando la selva y bombardeándola con napalm, mientras la canción de The Doors, "The End", sirve como nexo de unión y da significado a las imágenes. Memorable es también la escena en que los helicópteros del Noveno batallón de la Primera División de Caballería (Aerotransportada) bombardean el poblado vietnamita, todo ello ambientado con la música de Wagner, "La Cabalgata de las Walkirias", tal cual hacían los audiovisuales de la Luftwaffe, para instrucción de los cadetes.

El rodaje de esta película en las Islas Filipinas se convirtió en un verdadero infierno. De hecho cuando F.Coppola la presentó en Cannes comentó: "«Ésta no es una película sobre la Guerra de Vietnam, esto es Vietnam». Se cuenta como anécdota, que el propio Martin Sheen estuvo a punto de morir de un ataque al corazón durante el rodaje de la misma, así como el hecho de que algunas de las imágenes de helicópteros bombardeando con napalm fueron en realidad los helicópteros prestados por el Ejército filipino para el rodaje, que hubieron de volver rápidamente a bombardear posiciones de la guerrilla.




En el marco de la guerra de Vietnam la inteligencia norteamericana encomienda al capitán Willard (Martin Sheen) una misión: buscar y asesinar al coronel Kurtz (Marlon Brando), brillante oficial yanquí que se apartó de las fuerzas y se convirtió en líder de la tribu Montagnard de Camboya, dominado por la demencia y usando métodos considerados brutales.

Willard había matado varias veces, pero nunca a un connacional. Este hecho lo lleva a olvidarse por un momento de en qué bando está, comienza a pensar en las raíces mismas de la guerra y terminará replanteándose temas como la lucha entre el Bien y el Mal. Primer dato que nos delinea la ética de la guerra de la que habla la película.

A medida que Willard y los tripulantes del barco patrulla que lo escoltan se alejan río arriba, van perdiendo las nociones de realidad y de verdad, y aquella supuesta demencia de Kurtz se apodera de cada uno a su modo. Como espectadores nos van invadiendo las sensaciones de lo que era Vietnam. En las palabras del propio director, Francis Ford Coppola: "la urgencia, la demencia, el regocijo, el horror, la sensualidad y el dilema moral de la guerra más surrealista y catastrófica de América".


Apocalipse Now Redux es, al igual que la versión original, el manifiesto de una ética de la guerra. Esta ética consiste para Coppola en desmantelar las mentiras que perpetúan la guerra justificando cualquier barbaridad. No lo fue en su momento, y menos aun debe ser una película fácil de digerir por el stablishment estadounidense. Lejos de mostrar al "héroe americano" expone el derrumbamiento de este ideal: sus flancos débiles, sus pobrezas, sus hipocresías, sus miserias.


Esta ética de guerra se nos irá revelando a través del emblemático personaje de Kurtz, quien llama la atención sobre el hecho de que su accionar no es peor que el del Ejército norteamericano. Es únicamente más "primitivo", si se quiere. Su mundo –llevado a su máxima expresión en un final sumamente dionisíaco– sólo pone al rojo vivo la esencia de lo que lleva a estas guerras, y por eso mismo se muestra a los ojos de Willard, si no más justo, al menos merecedor de mayor respeto.





Kurtz critica como una gran mentira la inmoralidad escondida en el americano medio: "enseñan a los chicos a disparar a la gente, pero no les dejan escribir la palabra fuck en sus aviones". A su vez, mata sin apelar a las justificaciones típicas de los militares y gobernantes de su país (el ser nacional, el american way of life, la seguridad global, etc), porque las considera falsas. Aniquila simplemente para mantener su poder, y de esta forma poder seguir expresando su denuncia.

Cerca del final podemos ver una escena esclarecedora sobre el punto de la mentira. Se trata de un fragmento de las conversaciones de Kurtz y Willard que no estaba en la versión original, y que muestra meridianamente lo que Kurtz-Coppola piensa acerca de cómo se miente sobre lo que está sucediendo en la guerra, del verdadero horror que se oculta.
Apocalipse Now Redux mantiene la esencia de la primer versión y la profundiza. Presiones sobre todo económicas habían llevado a Coppola y su equipo a reducir una versión original de 4 horas a la mitad, quitando todo lo que sobraba en lo que debía ser lo más parecido posible a una película del género "guerra". De esta forma se garantizaban un cierto éxito... en el que ni siquiera ellos confiaban demasiado.


Sin embargo, la primera versión, ya muy audaz y personal, lejos estaba de responder única y exclusivamente a los cánones de este género. El aporte de las nuevas escenas que no pudimos ver 22 años antes solamente enriquece una película que parecía insuperable, aproximándola aun más a lo que fue la idea original del director.
Una de las nuevas secuencias más significativas es la segunda aparición de las conejitas de Playboy. Para los soldados es una especie de oasis, un sueño en medio de tanta desolación. Pero se trata de un erotismo difícil de consumar entre la sangre, donde hasta los fluidos de la pasión se confunden con los de la muerte. Esos cuerpos desnudos que muestran fragilidad, la inocencia, o al menos la inocencia perdida, se encuentran con estos jóvenes cegados y ensordecidos por la guerra, por el horror. Ellas también están mutiladas, carentes de identidad o de sentido. Esta escena resume la soledad de estos jóvenes, hombres y mujeres-instrumentos, payasos de un circo en el que ni siquiera se reconocen.




Tras la niebla, como en un sueño, surge otra escena, la de la plantación francesa. Tan cerca del encuentro con Kurtz, del caos, de la muerte, Willard encuentra calma y sensualidad junto a una viuda francesa. Como si fuera un remanso necesario para poder enfrentarse a lo que le espera más allá, demasiado pronto. Ella le recuerda que tiene dos partes, una que odia y otra que ama. Quizá sea la parte que ama la que le impide quedarse con el imperio creado por Kurtz en ese desenlace tan onírico como escalofriante.
En el encuentro con el Coronel Kilgore, se agrega un episodio muy gracioso con la tabla de surf. Este pasaje, la segunda aparición de las conejitas Playboy y otras pequeñas situaciones dentro del barco de la Marina le dan otra dimensión a la relación que se va creando entre Willard y los tripulantes, por consiguiente más estrecha en esta segunda versión, y esto hace que cuando suceden los hechos de la última hora de film, afecten de otra manera al espectador.


"Nunca debes abandonar el bote", dice Willard en los comienzos de la película. Esta idea de abandonar el bote sin duda tiene que ver con abandonar lo propio, y dentro de lo propio la cultura: ideas, prejuicios… Obliga a observar las cosas desde otro punto de vista. Kurtz abandonó el bote y se transformó. Más tarde también lo hará Willard. "Sólo debes abandonarlo si estás dispuesto a ir hasta las últimas consecuencias." Abandonar el bote es lo que le permitió a Kurtz mirar de enfrente a ese "circo de payasos" y así decidirse a crear su propio orden.




Apocalipse Now Redux invita a salir del bote. Y todo acompañado por la intrigante mirada de Willard, que funciona como espectador y observador de lo que pasa, sobre todo en la primera mitad de la película. Casi no habla, pero podemos acercarnos a lo que piensa y a las transformaciones que ejerce sobre él lo que ve, a través de una extraordinaria voz en off (redactada por John Milius). En la segunda mitad, pasará a la acción.


Las actuaciones son todas excelentes y no han perdido vigencia. Menos aun el tema: la guerra; el poder y la mentira que esta pone en juego, deberían ser tema de constante reflexión en los tiempos que corren. Esto, junto a llllla impactante fotografía de Vittorio Storaro –sin la casi obligatoria presencia de efectos especiales de las películas de guerra actuales– conforman una película de visión imprescindible, nuevamente o por primera vez.